LA OPINION DE JOEL HENRIQUEZ:
Hay quienes insisten en poner sobre el tapete comparaciones absurdas entre las respectivas situaciones políticas de Egipto y la República Dominicana y cometen un error de bulto.
El mundo es testigo del proceso de transición que se vive en el “Don del Nilo”, después de más de 30 años de prácticas despóticas de Hosni Mubarak, dictador obligado a dimitir por protesta sostenida de la población.
República Dominicana, en cambio, disfruta de estabilidad democrática desde hace 33 años, que no obstante, se ha visto empañada por episodios de fraude electoral, como en 1990 y 1994.
Esos golpes electorales se produjeron en gobiernos de Joaquín Balaguer, pero el Partido Revolucionario Dominicano no sale indemne, ya que uno de sus mandatos incurrió en la Matanza de Abril de 1984, que dejó más de 200 dominicanos asesinados.
Pero reiteramos, estos nubarrones transitorios y condenables no han abortado, sin embargo, el sistema democrático en el país..
Pero sobre todo, es justo reconocer que los gobiernos de Leonel Fernández y el Partido de la Liberación Dominicana se caracterizan por ir más lejos en cuanto a su apertura democrática.
Tolerante en extremo con los ataques directos a su persona, esa actitud del presidente Fernández en ocasiones ha sido criticada por analistas afines y distantes de él desde el punto de vista político.
No es posible asociar el estilo de gobernar de Mubarak, caracterizado por restricciones a la prensa, apresamiento de periodistas y represión ante cualquier protesta, con el de Leonel Fernández, demócrata a carta cabal
Pero el sentido democrático y participativo de Leonel se expresa sobre todo en la transformación del aparato estatal dominicano que ha propiciado..
Para muestra, el principal botón: la trascedental Reforma Constitucional, que ha dotado al país de una Ley Sustantiva moderna y abierta.
Pero Fernández es también el impulsor fundamental del Consejo Nacional de la Magistratura, el Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo, la nueva conformación del Poder Electoral y una serie de legislaciones garantistas de los derechos de la población.
También, espacios de concertación, como el Dialogo Nacional, los encuentros para trazar una Estrategia Nacional de Desarrollo y las realizaciones de diversos pactos y acuerdos que involucran al gobierno, partidos políticos y sociedad civil.
Reiteramos entonces nuestro firme rechazo a cualquier comparación, necia por demás, entre las realidades de Egipto y la de Republica Dominicana.
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