Por Joel Henríquez
El actor cubano radicado en nuestro país, Roberto Cavada, donde ejerce la comunicación televisiva, incurre en el desafío abierto al ordenamiento legal.
El más reciente de sus lances es aprovechar un mensaje de una televidente de su noticiario a través de su bbm para lanzar una grave acusación a un ex funcionario, hoy legislador.
Claro que Cavada es reiterativo en apelar al terrorismo mediático, como forma de provocar a las autoridades, a fin de precipitar sanciones o reacciones que en caso de producirse le colocarían en condición de víctima.
Sin embargo, es significativo que mientras Cavada se presta alegremente a enlodar reputaciones apoyándose en un aparentemente inofensivo interés de difundir criterios del público, es intolerante ante criticas a su propia actuación.
Solo hay que observar como reacciona ante la disyuntiva planteada por otros twittweros de que bajo su propia actuación se justificaría que otros programas le ataquen con el mismo método.
Es decir, que cualquier otro comunicador, eventualmente, pudiera difundir mensajes insultantes y difamatorios colgados en redes sociales sobre Cavada o los empresarios que son sus jefes,
Sobre ello debieran reflexionar los responsables del noticiero que tiene a Cavada como figura principal.
Bajo ninguna circunstancia se puede admitir el uso de medios de comunicación para acribillar reputaciones.
Una cosa es hacerse eco de denuncias sustentadas en eventuales pruebas, o motorizar investigaciones en torno al manejo de los recursos del Estado, y otra colocarse simplemente en el papel de mercenarios.
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